columna jose luis lopez duarteEl viernes pasado escribí en estos apuntes que hago casi todos los días, que el PRI y todos los partidos políticos estaban en crisis, y así me fui con una lluvia de críticas de todos lados y lo reitero, básicamente por no construir un discurso y una política de acuerdo a la época que hemos vivido ya en este siglo XXI y el México que queremos y podemos desarrollar, época que relevó a la de la Guerra Fría y el mundo bipolar, destacándose las características de un extraordinario desarrollo científico y tecnológico, la globalización de la humanidad, un aceleradísimo crecimiento de la desigualdad y donde el deterior de la naturaleza ha alcanzado niveles de altísimo riesgo para la humanidad.

 

Es lamentable que los partidos políticos hayan abandonado el desarrollo de las ideas de los proyectos de nación, y se hayan convertido en meras máquinas electorales para competir entre sí, disputarse los espacios de poder político y soslayar lo que la sociedad necesita para mejorar e insertar de manera inteligente el desarrollo del país en el contexto global.

 

Y para poder explicarnos esta crisis política, es necesario remitirnos a la crisis de 1982, la de la devaluación que había puesto ya en la lona al modelo de desarrollo estabilizador que el PRI enarboló durante décadas, desatándose en esos años (los de Miguel de la Madrid), una lucha encarnizada por construir un nuevo modelo nacional, confrontando la idea de un proyecto multilateral en alianzas con Europa y Asia, y en contraparte la idea de un acuerdo total con los Estados Unidos y Canadá.

 

Esta confrontación provocó una crisis política histórica con la fractura del PRI al construirse la “Corriente Democrática” que encabezaron Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, que luego, en 1987, se convirtió en una batalla electoral que casi se convierte en guerra civil, luego del fraude electoral en julio de 1988, arribando así en diciembre de ese año Carlos Salinas de Gortari, cabeza de los promotores de un país de libre mercado y aliado con Estados Unidos y Canadá.

 

Habían sido derrotados los priistas que pretendieron incorporar a México al proyecto transnacional “La Cuenca del Pacífico” que encabezaban Japón, Taiwán, Singapur y Corea del Sur principalmente, como también fue derrotada la incipiente Fuerza Democrática Nacional que encabezaba el neocardenismo del Frente Democrático Nacional y que dio origen al PRD.

Así se empoderó el salinismo que de inmediato desmontó obstáculos políticos estratégicos como los sindicatos de PEMEX y el SNTE, así como el naciente poder del narcotráfico, que aglutinaba Miguel Félix Gallardo y que dependían del grupo político del PRI en Jalisco.

 

Ese fue el paso más inmediato que dio, luego continuó con la privatización de más de 400 empresas del Estado Mexicano, donde sobresalían bancos, ferrocarriles, puertos, aeropuertos, carreteras y, sobre todo, TELMEX, resultando el saqueo patrimonial más grande, que solo lo supera la entrega de Santa Ana de medio territorio nacional a los Estados Unidos.

 

En tres años de salinismo se desmontó el viejo Estado Nacionalista y se construía el mercado neoliberal, que desde entonces domina el desarrollo de México, desarrollo que hasta ahora los científicos sociales no han evaluado suficientemente y sacado las conclusiones del mismo.

 

Desde ese momento tenemos el dominio de las políticas neoliberales que dominan las instituciones de México y sus políticas públicas, sin que prive un proyecto alternativo de nación viable y tangible, que en mi opinión el proyecto de la 4T de AMLO no lo es, y que lo que están haciendo es esencialmente un ascenso al poder con un programa de cambios “a la carta” y un proyecto de desarrollo social, sino un plan de transformaciones financieras mediante el consumo a las grandes empresas.

 

Por eso, la izquierda y todos los partidos políticos, especialmente el PRI y el PAN, y ahora MORENA, ni tan siquiera han sabido recuperar lo bueno de esta transición que impulsó el salinismo y que luego Ernesto Zedillo la redujo tanto que lo convirtió en meramente un programa clientelar que se desarrolló desde entonces como PROGRESA, PROSPERA, OPORTUNIDADES, y ahora con MORENA es un cúmulo de programas que no tienen el diseño que había entonces de organizar un entramado social de los más pobres, los trabajadores, los pequeños y medianos empresarios, donde el cooperativismo, los sindicatos y los ejidos sean los pilares de ese esfuerzo económico social, y no solamente un aliento al consumo.

 

Se trata de que exista una política social integral de atención a la alimentación, la producción, el empleo, el ingreso y los servicios de salud, educación y cultura, donde en todo participan los niños, jóvenes y adultos, que perfilan una sociedad del trabajo con justicia social para todos.

 

No se trata de aniquilar ni destruir nada, es simplemente trabajar por construir lo que no se ha hecho, y ese es el centro de cualquier ser humano que no tiene esperanza en un futuro mejor, por eso los partidos tienen que crear condiciones y soluciones para los sueños de los pobres que les den aliento, lo que requiere la mayor unidad de fuerzas del país y no la polarización, y menos la fragmentación, porque eso sería inviabilizar cualquier proyecto político y ni se diga a cualquier partido.

 

Los invito a compartir la mesa de análisis político que dirige el Dr. Héctor Muñoz los lunes, miércoles y viernes a las 6:30 de la tarde, con la participación de los analistas Fernando Camacho, Leonel Solís y un servidor. Los esperamos en Facebook dr hector muñoz

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