No se puede consolar
a quien habita en la desesperanza.
Julia Navarro
El pasado sábado 31 de mayo se realizó el Encuentro Estatal de Colectivos y Familiares con Desaparecidos. No fue tarea fácil. La Ola de violencia que nos invadió el 9 de septiembre de 2024 y que ha trastocado hábitos y costumbres del grueso de la población, nos llevó a posponer en dos ocasiones la reunión estatal. La primera fecha elegida fue el 16 de septiembre y luego pensamos en el 10 de diciembre. La inseguridad que dominaba en las calles de Culiacán y en esos caminos de Dios que nos llevan y traen por los cuatro puntos cardinales, se impuso. Y la prudencia, tan sabia como de costumbre, aconsejó posponer la concentración.
Ocho meses después, sin que hayamos espantado causas ni actores (ahora les llaman generadores) de la violencia, resolvimos concretar la anhelada reunión. El día que escogimos fue el 31 de mayo, con el fin de conmemorar antes de que expirara su aliento este cálido mes de la primavera, el medio siglo de la ausencia física de Lourdes Martínez Huerta. El entorno en que nos encontramos no deja de ser ideal, de tener una connotación especial, pues el fenómeno de la violencia permanece en él, como el dinosaurio de Augusto Monterroso. Y la coyuntura ha disparado las cifras de homicidios, desplazados internos y especialmente de la desaparición forzada de personas. Lo que nos obliga a la reflexión de los problemas que ganan nuestra atención y preocupaciones, y a elaborar propuestas para presentarle cara y pecho a esos asuntos.
La sede del Encuentro fue el Salón Sinaloa de las Artes “Centenario”. Una casona tan llena de historia y tan querida por todos. Allí sentó sus reales el Liceo Rosales hace más de siglo y medio, y encontró un espacio de libertad toda una generación de universitarios en lo que fue la Casa del Estudiante “Rafael Buelna”. Las buenas vibras que emanan de las paredes y rincones de esa decimonónica mansión nos alentaron a continuar la lucha por la causa de los desaparecidos en Sinaloa. Fue inevitable que las imágenes y memoria de algunos personajes desfilaran en nuestras mentes durante el Encuentro. Don Eustaquio Buelna, con su luenga y bien cuidada piocha; el soñador Enrique “El Guacho” Félix; el maestro de oradores Rodolfo Rodríguez “El Chichí” Meléndrez; y el siempre mesurado Liberato Terán “El Chuco”.
Destacaron en el Encuentro Martha Vega Ruiz, esposa de un desaparecido, cuyos afanes de lucha se remontan al año de 1977; Alma Rosa Rojo Medina, que busca a su hermano desaparecido desde julio de 2009; Susana Ayala, Eva Luz Llanes, Micaela Heras, Martina Guadalupe Ureña, Angélica Quevedo y cien madres más, de rostros y manos curtidas en las búsquedas y dueñas de una mirada tan llena de esperanza y determinación por encontrar a sus Tesoros desaparecidos. Cómo rajarnos ante tantas almas en lucha que no las detiene ni el sol abrasador, ni la intemperie, ni los peligros que entraña salir a las búsquedas.
En esa distinguida sesión pasaron lista de presentes dos generaciones de familiares que buscan a sus desaparecidos. De acuerdo al Consejo Nacional de Población cada treinta años equivale a una generación y como han pasado 50 años desde que inició la dolorosa práctica de la desaparición forzada en Sinaloa, quienes representan la primera generación, las primeras ampollas y lágrimas en las calles, en los escritorios de los ministerios públicos y jefes de policía, y los primigenios reclamos en las plazas públicas, ya no son muchas. La mayoría ha muerto, pero sin rendirse.
En ese esperado evento se hizo un repaso de los momentos más importantes que ha vivido el movimiento de familiares. Se habló de las tres etapas que se pueden identificar en Sinaloa en materia de desapariciones: la primera que va de 975 a 1979, la segunda que se ubica entre 1994 a 2003 y la actual que inicia en el año 2006 y continúa sin mayores tropiezos hasta el día de hoy. Hasta 1996 sólo existía el Comité de Madres con Hijos Desaparecidos y ese año surgió una nueva organización con el llamado Caso Las Quintas del 30 de junio, donde están involucrados tres primos desaparecidos y el Caso del empresario Rómulo Rico, de septiembre.
Con el presidente Felipe Calderón surge una nueva etapa, que romperá todo tipo de referentes. Las desapariciones se convierten en un fenómeno masivo. Ya no son decenas al año. Ahora es un problema generalizado a nivel nacional y se cuenta por centenas y luego por miles de víctimas en cada vuelta al sol. Y junto a casos que sacuden la conciencia de la ciudadanía mexicana como el de San Fernando, Tamaulipas, en agosto de 2010; Tlatlaya, Estado de México, en junio de 2014; y Ayotzinapa, Guerrero, en septiembre del mismo año, surgieron también de manera masiva organizaciones de familiares que reclamaban la presencia de sus seres queridos, que ahora tenían la calidad de desaparecidos.
En el país se calcula la cifra de 126 mil personas desaparecidas y en Sinaloa, tan solo en los últimos 8 meses, se cita la cantidad de poco más de 1500. Por todas estas razones los colectivos y familiares con desaparecidos plantearon cuatro puntos centrales como conclusión del Encuentro Estatal: Una mesa de diálogo permanente con el gobernador del estado Rubén Rocha Moya; Promover las reformas y modificaciones imprescindibles a la legislación sobre desaparición forzada y de las instancias que coadyuvan en el alivio del problema; apoyos para los colectivos en equipo, vehículos, alimentos y seguridad en las búsquedas; y campaña permanente exigiendo detener la práctica de la desaparición forzada al Estado mexicano. Vale.
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X @Oscar_Loza