columna joseluisSi había alguna duda de que la línea del Instituto Nacional Electoral (INE) había sido sometida y subordinada a Morena y la Cuarta Transformación (4T), es hora de borrar esa idea de la mente. El circo montado para la elección de Jueces y la selección de magistrados ha dejado clara la intención de que el poder judicial de México pase a manos del partido en el poder.

 

Lo que estamos presenciando es un cierre de círculo que se asemeja a los cimientos de una autocracia liderada por Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Sin la intervención de la sociedad, anticipamos que las elecciones de 2027 serán, indudablemente, una elección de Estado.

 

El cinismo es palpable en las palabras de Guadalupe Tadei, presidenta del INE, quien presentó un informe sobre las elecciones del poder judicial. Este informe dibuja un Frankenstein político al indicar que se emitieron 458,725,216 votos, de los cuales unos estratosféricos 116 millones fueron para la Suprema Corte. Con estas cifras, Tadei afirma que el voto de los mexicanos fue escuchado, como si se tratara de una jornada ejemplar que refleja la voluntad popular. La realidad es otra: lo que se ha creado no es un poder judicial independiente, sino uno manchado por la injerencia de un partido que busca legitimar su control absoluto.

 

La mayoría morenista del INE, al igual que su presidenta, no ven ningún problema en la proporción de la elección, en la votación ni en el control de los votos. Para ellos, todo fue perfecto. En este contexto, el cúmulo de ilegalidades, arbitrariedades y violaciones a la Constitución parece ser solo una anécdota, un detalle irrelevante en la narrativa que forjan en torno a la 4T y a Morena, que ahora se presenta como inmaculada.

 

No hubo atención a las advertencias de la Suprema Corte sobre la ilegalidad y la ilegitimidad de todo el proceso electoral. El tribunal federal electoral, al desconocer la supremacía de la corte, asumió de facto un golpe constitucional sin precedentes. Antes de esto, se toleraron otros golpes constitucionales al permitir que las sobrerepresentacion de Morena y sus aliados avasallaron al poder legislativo sin mayor dificultad.

 

El INE, lejos de ejercer un control efectivo sobre el proceso electoral, se convirtió en una mera comparsa del presidente, quien orquestó una elección de Estado marcada por la absurdidad y la vergüenza. Los ecos de ese desaseo llegaron incluso a parlamentos extranjeros, donde se rieron ante la antidemocrática realidad que vive México.

 

Es triste y preocupante para el futuro de nuestra democracia que la titular del órgano encargado de organizar, ejecutar y calificar las elecciones no se atreva a reconocer el fiasco que ha sido esta convocatoria, donde solo logró movilizar un 10% de participación y aún así es calificada de "excelente".

 

Estamos viviendo un mundo al revés, donde importa poco construir una tragedia siempre que el ogro filantrópico esté satisfecho, acompañado de sus huestes embriagadas por el poder. En este escenario, es difícil imaginar que hubo un tiempo en que pensábamos que el régimen de un solo partido era lo peor que podíamos enfrentar.

 

Hoy, lamentablemente, hemos cruzado una línea que apenas comenzamos a comprender.