Hoy, más de 2 millones de maestros y maestras de todo el país celebran el Día del Maestro, una festividad que tiene sus raíces en un decreto del presidente Venustiano Carranza en 1917. De esta inmensa fuerza laboral, el 60% (más de 1,200,000) trabaja en educación básica, el 20% en educación media (más de 400,000) y otro 20% en educación superior, sumando más de 400,000 docentes. Estos profesionales son indiscutiblemente el pilar del desarrollo nacional, pero a menudo no reciben el reconocimiento ni las condiciones de vida y trabajo que merecen.
La realidad es que la educación en México enfrenta retos profundos. A nivel internacional se ha establecido que se debe invertir al menos un 5% del PIB en educación anualmente. Sin embargo, en nuestro país apenas se ha alcanzado un 3%, lo que ha llevado a un déficit económico significativo y a un rezago educativo claro. Este subfinanciamiento es una constante demanda de todos los niveles de educación y evidencia que, a pesar de los anuncios de aumentos salariales, el verdadero debate sobre la calidad, cobertura y pertinencia del sistema educativo queda relegado.
Históricamente, el gobierno ha centrado su atención en el salario de los trabajadores de la educación, como si esta fuera la única variable para evaluar el sistema educativo. Esta manipulación resulta ser una estrategia corporativa que ha desdibujado la verdadera esencia de la educación, convirtiendo a las organizaciones gremiales, como el SNTE y la CNTE, en herramientas políticas al servicio de ciertos partidos, ya sea PRI, PAN o Morena. Ambas organizaciones, que en su origen defendían los intereses de los trabajadores, han derivado en burocracias corruptas donde algunos líderes se han transformado en magnates y caciques sindicales que perpetúan su dominio por décadas.
Esta situación se traduce en una debilidad estructural del sistema educativo nacional. Con un presupuesto limitado y con organizaciones gremiales que han perdido su esencia de defensa, se hace complicado que la Secretaría de educacion mantenga estándares de calidad educativa. En lugar de mejorar, es probable que la calidad de la educación continúe deteriorándose, afectando no solamente a docentes, sino también a generaciones enteras de estudiantes.
No obstante, hoy es un día de fiesta. Es un momento para que los trabajadores de la educación se diviertan y celebren su dedicación y esfuerzo. Pero también es un llamado a la reflexión: que disfruten su día, sí, pero que también se preparen para los tiempos difíciles que se avecinan. En un contexto donde la educación es fundamental para el desarrollo del país, se requiere una movilización más allá de lo simbólico; es imperativo reclamar el reconocimiento, mejores condiciones laborales y una inversión real que permita a México ofrecer una educación de calidad a todas y todos.
Felices fiestas a todos los maestros y maestras del país, quienes con su arduo trabajo y dedicación construyen el futuro de nuestra nación. Que este día sirva no solo para celebrar, sino también para fortalecer el propósito de trabajar juntos por una educación que realmente dignifique y empodere.