La vida no pasa sin dejar huella
en cada pliego del alma.
Julia Navarro
Ha transcurrido la mitad del sexenio y coincide con una crisis de seguridad. La coyuntura que vivimos nos enseña que todo puede estar aparentemente marchando bien y en el momento menos pensado se presenta un problema o un cúmulo de ellos para cambiar la situación que le da daba marco a la vida institucional y social cotidiana. Eso nos está pasando en Sinaloa. Otra de las lecciones de la coyuntura es que algunas dificultades a las que damos cierta importancia, pero no nos quitan el sueño, bien pueden ser la punta de un iceberg, cuya pesada base da sustento a un riesgo de muchas aristas. Ese vértice que se asoma por encima del nivel de flotación puede permanecer meses, años, hasta décadas, y como mantiene cierta distancia nos acostumbramos a verlo en el horizonte, sin hacer cuentas del peligro.
Al llegar a la mitad de la gestión gubernamental, Rubén Rocha nos dice que la economía de Sinaloa creció en 3.9 por ciento en el primer trimestre de este año. Un buen indicador y ojalá se sostenga, pues el FMI considera que el PIB de México crecerá al 1.5 por ciento y el Banco de México (Banxico) lo sitúa en el mejor de los casos en 1.9 por ciento para este 2024. Hasta en el nivel del desempleo la entidad presenta datos aceptables, pues si la media nacional es de 2.7 por ciento, el estado registra el 2.4 por ciento. Y, de acuerdo a cifras del INEGI, Sinaloa ocupa el sexto lugar con mejor ingreso semanal promedio. Las economías nacionales tienen un reto muy difícil de alcanzar: tienen que crecer al 3 por ciento anualmente para ser funcionales. No lograr ese nivel de crecimiento les complica todo. La historia desde 2008 es muy elocuente.
No tuvimos buena temporada de aguas en 2023 y en este año las cosas fueron peores, aunque algún comportamiento extraordinario invernal puede aliviar la emergencia hídrica y permitir una aportación mayor de las actividades primarias a la economía local; mayor mérito para la Población Económicamente Activa (PEA) de nuestro estado, pues en circunstancias adversas tenemos posibilidades de lograr el mágico 3 por ciento. ¿Qué nos pasó en estos últimos meses? Un acontecimiento fuera de lo acostumbrado deshebró la madeja que sostenía el tejido de la economía, la vida social y política. El 25 de julio pasado no sólo significó la pérdida de la vida de Héctor Melesio Cuén, destacado personaje de Sinaloa y de la libertad de Ismael “el Mayo” Zambada. Ese día el iceberg se cimbró y empezó a amenazar la estabilidad de todo lo que nos rodea, comenzando con nuestra seguridad.
Por eso nos dicen que hay atención internacional sobre el informe del gobernador. No creo que les importe mucho las cuentas de la economía local. El interés está en si se reconoce la crisis de seguridad y cómo se atiende en sus diferentes aristas. Nuestros “socios” en el tratado de comercio (T-MEC) son duros en sus juicios: Canadá le puso tacha a Mazatlán como destino turístico y Ken Salazar, embajador de Estados Unidos, ha afirmado: “decir que no hay problemas es negar la realidad”. Lo ha manifestado ignorando soberanías y respeto al Estado mexicano.
El gobierno estatal debe publicitar bien los logros en estos tres años: apoyo a jóvenes y pescadores, las obras civiles en Los Mochis que alivian los drenes colapsados, las vialidades construidas y en proceso en Culiacán y el fortalecimiento del puerto de Mazatlán.
Hay quienes apuestan a un desgarre de vestiduras en el tema de la crisis generada por la violencia, cuyos alcances en los renglones de homicidios, desplazamientos y desaparecidos tienen una dimensión grande y dolorosa. Y sus consecuencias abarcan la vida económica, social y política, de todos, sin dejar un rincón libre de nuestras actividades. Pero la crisis de seguridad que vivimos (humanitaria le hemos llamado también) sin dejar de reconocer el tamaño de su impacto en la sociedad y en la autoridad, es también y, sobre todo, una oportunidad para reelaborar concepciones e ideas sobre la problemática que vivimos, sin que se circunscriba solo a los asuntos de seguridad. El gobernador tiene todas las posibilidades de salir airoso de esta crisis si es capaz de expresar una nueva y clara concepción sobre la difícil coyuntura que vivimos y de cómo gestionará una salida exitosa a la crisis humanitaria que vivimos.
Y en esa gestión exitosa que deseamos, debe ser incluido el tema de la vivienda popular. El techo para los Sin Casa, de esas familias cuyos magros ingresos no les permiten ser sujetos de crédito para una casita. Y que no tienen seguridad social. Tener techo propio, por más humilde que sea, da sentido de pertenencia a un barrio, a una ciudad y a una Nación. La ausencia de patrimonio y oportunidades para salir adelante empuja a los vicios, al desorden y a ser víctimas/partícipes de actividades delictivas. En el tercer informe debe anunciarse el amplio despliegue de iniciativas que permitan a los Deuda pendiente: la vivienda.
Eje uno de la estrategia contra la violencia.