columna joseluisPasó la “Semana Santa”, y regresamos del receso vacacional y encontramos en el retorno a la vida institucional de la UAS que esta parece que no acaba de pasar por un gigantesco pantano político, que no acaba de elegir a su nuevo rector para el periodo 2025-2029, cuando la vida de 200,000 estudiantes y trabajadores pujan desde el primer día, normalmente resolviendo sus problemas y destacando con mayor fuerza como si le hubieran inyectado más energía.

 

Con la asistencia de más de 470 jóvenes a la universiada nacional, la UAS comienza el año académico con un firme propósito: la acreditación de sus actividades y la búsqueda de mejoras continuas. Este esfuerzo no solo es para asegurar el reconocimiento de su labor por siete años más, sino que también responde a la necesidad de enfrentar situaciones inéditas en las próximas décadas. En este contexto, la elección del rector Jesús Madueña Molina, reelecto para un nuevo mandato, cobra una relevancia particular y plantea interrogantes sobre las acciones que deberá emprender para llevar a la institución a un nivel superior.

 

Las promesas de la campaña de reelección de Madueño Molina ya indican un rumbo: garantizar la certeza laboral y mayor justicia social para los trabajadores es un paso fundamental. La implementación de procesos de acreditación, la basificación del personal, así como incrementos salariales y la homologación de salarios en todas las zonas del estado, son medidas que no solo benefician a los trabajadores, sino que ofrecen un ambiente más propicio para el aprendizaje y el desarrollo de todos.

 

Un aspecto esencial que resalta en sus propuestas es la recuperación del fideicomiso de los trabajadores, una herramienta financiera que fue perdida hace más de 15 años. Esta iniciativa representa un compromiso a largo plazo con la seguridad económica de quienes dedican su vida a la enseñanza y la formación de futuros profesionistas.

 

Otro factor crucial es la vinculación de los jóvenes con la sociedad. La UAS debe continuar fortaleciendo esta relación, tanto a través del servicio social como mediante la investigación y la innovación. Aquí es donde brillan historias como la de Andrea María Torres Uribe, una estudiante de maestría en Ciencias Biológicas que ha identificado soluciones viables a la crisis hídrica mediante el tratamiento de aguas residuales utilizando cáscaras de camarón. Su propuesta refleja cómo el ingenio y la creatividad de nuestros estudiantes pueden dar respuesta a los problemas apremiantes que enfrenta Sinaloa.

 

La realidad es que en nuestra entidad existen ya 282 plantas potabilizadoras, pero solo el 53% de ellas cuenta con un tratamiento adecuado de aguas residuales. Iniciativas como las de Andrea no solo abordan esta deficiencia, sino que además muestran el potencial que tienen nuestros universitarios para generar cambios significativos en sus comunidades.

 

A medida que nos adentramos en este nuevo ciclo académico, es evidente que la meta de alcanzar la gratuidad de la educación y la cobertura universal es un objetivo que requiere del esfuerzo mancomunado de docentes, alumnos y autoridades. La UAS debe proyectar su bachillerato como modelo para el proyecto nacional de educación, un reto que puede parecer ambicioso pero que es necesario para el futuro del país.

 

El intenso trajín en las escuelas y la incansable lucha de los universitarios nos muestran que, a pesar de las adversidades, el espíritu de la UAS está vivo y en constante evolución. Está claro que el regreso de vacaciones no es solo el retorno a las aulas, sino el inicio de una nueva etapa en la que la comunidad universitaria se alza con determinación para construir un futuro mejor para Sinaloa. La fuerza y el talento de nuestras juventudes son, sin duda, el camino hacia la solución de los problemas que nos aquejan.

 

Al final, lo más importante son los intangibles políticos, la unidad de los universitarios en torno al liderazgo del rector.